TRAGALUZ, un microrrelato




    































  





Tenía la piel tan translúcida que temía desvanecerse si salía a la calle. Decidió retirarse. El mundo le resultó demasiado hostil a su frágil estructura. Se construyó un refugio, un paraíso donde desaparecer y volver a encontrarse sin miedo a perderse. El lugar era asombroso: un desván con las paredes abarrotadas de libros y un tragaluz que parecía sostener un enorme castaño. Podía contar su vida a través de cada uno de los cientos de títulos que rodeaban su lecho. Allí se sentía a salvo.

Y un día ocurrió algo inesperado. El viento golpeaba las flores rosas que caían en cascada por el cristal. Una emoción desconocida recorrió como un rayo su columna vertebral. Temió no poder soportarlo. Entonces lo vio, en el último estante. Su lomo esmeralda parecía brillar. Se levantó sigilosamente, conteniendo la respiración. Las lágrimas impregnaron sus ojos cuando se atrevió a acariciar las cubiertas aterciopeladas. Lo abrió. Una página, cientos de páginas.

Vacías...

Cogió una vieja pluma y en un arrebato empezó a escribir:
Regresó con la primavera a esperarle debajo del viejo árbol, como había hecho siempre”.
Miró por el ventanal. Dejó el libro abierto sobre la mesa. 
  
Se fue para no volver. 

 Marina Torres, El Bosc Humà


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