El reencuentro con la mujer salvaje, fragmento de Mujeres que corren con lobos Clarisa Pinkola Estés
Autor desconocido: fuente Pinterest
La Mujer Salvaje es la
salud de todas las mujeres. Sin ella, la psicología femenina carece de
sentido. La mujer salvaje es la mujer prototípica; cualquiera que sea la
cultura, cualquiera que sea la época, cualquiera que sea la política,
ella no cambia. Cambian sus ciclos, cambian sus representaciones
simbólicas, pero en esencia ella no cambia. Es lo que es y ella es un
todo.
Se canaliza a través de
las mujeres. Si éstas están aplastadas, ella las empuja hacia arriba. Si
las mujeres son libres, ella también lo es. Afortunadamente, cuantas
veces la hacen retroceder, ella vuelve a saltar hacia delante. Por mucho
que se la prohíba, reprima, constriña, diluya, torture, hostigue y se
la tache de insegura, peligrosa, loca y otros epítetos, ella vuelve a
aflorar en las mujeres, de tal manera que hasta la mujer más reposada y
la más comedida guarda un lugar secreto para ella. Hasta la mujer más
reprimida tiene una vida secreta con pensamientos y sentimientos
secretos lujuriosos y salvajes, es decir, naturales. Hasta la mujer más
cautiva conserva el lugar de su yo salvaje, pues sabe instintivamente
que algún día habrá un resquicio, una abertura, una ocasión y ella la
aprovechará para huir.
Creo que todas las
mujeres y todos los hombres han nacido con ciertos dones. Sin embargo,
poco esfuerzo se ha dedicado en realidad a describir las vidas y los
hábitos psicológicos de las mujeres inteligentes, talentosas y
creativas. En cambio, se ha escrito mucho acerca de las debilidades y
las flaquezas de los seres humanos en general y de las mujeres en
particular. Pero, en el caso de la Mujer Salvaje como arquetipo, a fin
de comprenderla, captarla y aprovechar lo que ella nos ofrece, debemos
interesarnos más por los pensamientos, los sentimientos y los esfuerzos
que fortalecen a las mujeres y debemos tener en cuenta los factores
interiores y culturales que las debilitan.
En general, si entendemos
la naturaleza salvaje como un ser por derecho propio que anima y
conforma la más profunda existencia de una mujer, podremos empezar a
desarrollarnos de una manera que jamás se hubiera creído posible. Una
psicología que no consiga dirigirse a este ser espiritual innato que
habita en el centro de la psicología femenina no les sirve para nada a
las mujeres y no les servirá tampoco a sus hijas ni a las hijas de sus
hijas a lo largo de muchas generaciones por línea materna.
Por consiguiente, para
poder aplicar una buena medicina a las partes enfermas de la psique
salvaje, para poder corregir la relación con el arquetipo de la Mujer
Salvaje, hay que identificar convenientemente los trastornos de la
psique. Aunque en la profesión clínica disponemos de un buen manual
estadístico diagnóstico y una considerable cantidad de diagnósticos
diferenciales así como de parámetros psicoanalíticos que definen las
psicopatías a través de la organización (o ausencia de ella) de la
psique objetiva y del eje ego—Yo 2,
hay otras conductas y otros sentimientos definitorios que, desde el
marco de referencia de una mujer, describen con enorme fuerza lo que
ocurre.
¿Cuáles son algunos de
los síntomas emocionales de una ruptura de la relación con la fuerza
salvaje de la psique? Sentir, pensar o actuar crónicamente de alguna de
las maneras que a continuación se describen es haber cortado
parcialmente o haber perdido por entero la relación con la psique
instintiva más profunda. Utilizando un lenguaje exclusivamente femenino,
dichos síntomas son: sentirse extremadamente seca, fatigada, frágil,
deprimida, confusa, amordazada, abozalada, apática hasta el extremo.
Sentirse asustada, lisiada o débil, falta de inspiración, animación,
espiritualidad o significado, avergonzada, crónicamente irritada,
voluble, atascada, carente de creatividad, comprimida, enloquecida.
Sentirse impotente,
crónicamente dubitativa, temblorosa, bloqueada, e incapaz de seguir
adelante, ceder la propia vida creativa a los demás, hacer elecciones
que desgastan la vida al margen de los propios ciclos, sobreproteger el
yo, sentirse inerte, insegura, vacilante e incapaz de controlar el
propio ritmo o de imponerse límites.
No empeñarse en seguir el
propio ritmo, sentirse cohibida, lejos del propio Dios o de los propios
dioses, estar separada de la propia revivificación, arrastrada hacia la
domesticidad, el intelectualismo, el trabajo o la inercia por ser éste
el lugar más seguro para alguien que ha perdido sus instintos.
Temor a aventurarse en
solitario o revelarse, temor a buscar un mentor, una madre o un padre,
temor a presentar un trabajo hasta que no se ha conseguido la perfección
absoluta, temor a emprender un viaje, temor a interesarse por otro 0
por otros, temor a seguir adelante, huir o venirse abajo, rebajarse ante
la autoridad, perder la energía en presencia de proyectos creativos,
sentir encogimiento, humillación, angustia, entumecimiento, ansiedad.
Temor a reaccionar con
agresividad cuando ya no queda nada más que hacer; temer probar cosas
nuevas, enfrentarse con desafíos, hablar claro, oponerse; sentir
náuseas, mareos, acidez estomacal, sentirse como cortada por la mitad o
asfixiada; mostrarse conciliadora o excesivamente amable, vengarse.
Temor a detenerse o a
actuar, contar repetidamente hasta tres sin decidirse a empezar, tener
complejo de superioridad, ambivalencia y, sin embargo, estar totalmente
capacitada para obrar a pleno rendimiento. Estas rupturas no son una
enfermedad de una era o un siglo sino que se convierten en una epidemia
en cualquier lugar y momento en que las mujeres estén cautivas, en todas
las ocasiones en que la naturaleza salvaje haya caído en una trampa.
Una mujer sana se parece
mucho a una loba: robusta, colmada, tan poderosa como la fuerza vital,
dadora de vida, conciente de su propio territorio, ingeniosa, leal, en
constante movimiento. En cambio, la separación de la naturaleza salvaje
provoca que la personalidad de una mujer adelgace, se debilite y
adquiera un carácter espectral y fantasmagórico. no estamos hechas para
ser unas criaturas enclenques de cabello frágil, incapaces de pegar un
salto, de perseguir, dar a luz y crear una vida. Cuando las vidas de las
mujeres se quedan estancadas o se llenan de aburrimiento, es hora de
que emerja la mujer salvaje; es hora de que la función creadora de la
psique inunde el delta.
¿Cómo influye la Mujer
Salvaje en las mujeres? Teniéndola a ella por aliada, jefa, modelo —y
maestra, vemos no a través de dos ojos sino a través de los ojos de la
intuición, que tiene muchos. Cuando afirmamos nuestra intuición somos
como la noche estrellada: contemplamos el mundo a través de miles de
ojos.
La naturaleza salvaje
acarrea consigo los fardos de la curación; lleva todo lo que una mujer
necesita para ser y saber. Lleva la medicina para todas las cosas. Lleva
relatos y sueños, palabras, cantos, signos y símbolos. Es al mismo
tiempo el vehículo y el destino.
Unirse a la naturaleza
instintiva no significa deshacerse, cambiarlo todo de derecha a
izquierda, del blanco al negro, trasladarse del este al oeste,
comportarse como una loca o sin control. No significa perder las
relaciones propias de una vida en sociedad o convertirse en un ser menos
humano. Significa justo lo contrario, ya que la naturaleza salvaje
posee una enorme integridad.
Significa establecer un
territorio, encontrar la propia manada, estar en el propio cuerpo con
certeza y orgullo, cualesquiera que sean los dones y las limitaciones
físicas, hablar y actuar en nombre propio, ser conciente y estar en
guardia, echar mano de las innatas facultades femeninas de la intuición y
la percepción, recuperar los propios ciclos, descubrir qué lugar le
corresponde a una, levantarse con dignidad y conservar la mayor
conciencia posible.
Comentarios
Publicar un comentario