"El libro rojo", Karl Gustav Jung. Capítulo XI: La apertura del huevo.

En la mañana del tercer día, me arrodillé en la alfombra y cuidadosamente abrí el huevo. Algo parecido al humo se elevó de aquel y de pronto Izdubar estaba de pie frente a mí, enorme, transformado y completo. Es como si hubiera despertado de un profundo sueño.
Él dijo:”Donde estoy? Que angosto es aquí, que oscuro y frío. ¿Estoy en una tumba? ¿Donde estuve? 
Corrientes de fuego rompieron desde mi cuerpo radiante. Me levanté de las llamas ardientes, nadé en el mar que me envolvía como fuego vivo, lleno de luz, de deseo, lleno de eternidad. Era antiguo y continuamente renovándome a mí mismo.
Cayendo de las alturas hacia las profundidades y girando encendido desde las profundidades hacia las alturas, sosteniéndome en medio de luminosas nubes,
como lluviosas brasas cayendo como espuma de olas envolventes,
abrazándome y rechazándome en un juego eterno. ¿Dónde estoy?

Era enteramente sol.

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