Isadora Duncan, una mujer excepcional
Hoy quería homenajear a una mujer excepcional que revolucionó el mundo de la danza. Se podría decir que fue la percusora de la danza contemporánea. Pero, ante todo, fue una persona que vivió con el corazón y de su pasión: el baile.
Según cuenta en sus memorias, empezó a bailar ya en el vientre de su madre, amante del mar y de las ostras con champagne. Isadora mostró un espíritu libre y decidido y ya de muy pequeña daba clases de danza a las chicas de su barrio. Fue totalmente autodidacta, dejaba su cuerpo libre al son de la música.
Estaba fascinada por la cultura griega y se inspiró en estatuas de dioses para componer muchas de sus danzas. De hecho, su principal atuendo era la túnica, que muchas veces dejaba a la vista sus encantos, escandalizando al público más conservador.
En la época en la que le tocó vivir triunfaban los grandes ballets clásicos. Pero ella se horrorizó el día que fue a visitar la escuela de la gran Pavlova al ver cómo las alumnas machacaban sus pies en las zapatillas de punta. Isadora bailaba siempre descalza y no podía concebir la danza basada en aquel terrible sufrimiento.
Rodeada de grandes intelectuales, musa, gran humanista y amante, vivió intensamente. Su muerte trágica hoy puede que se recuerde más que su propia vida y legado. Desde este pequeño rincón le dedico unos pasos cerca de la orilla del mar. Isadora, la diosa desclaza.
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